En estos días tan extraños en los que nuestra zona de confort ha sido aniquilada, tenía una misión, escribir un artículo. Parecía una empresa sencilla, ya que me gusta escribir y además tengo cierta facilidad para hacerlo. Si no lo hago más, es por falta de tiempo. Y ahora… si hay algo que tengo, es tiempo. Pero ha sido tan difícil… el tema lo tenía claro, no hacía falta escogerlo, se eligió por sí mismo… La creatividad. Esta maravillosa capacidad del ser humano de crear.
Animada, además, por el momento que estamos viviendo, una situación desconocida para todos, ensombrecida con el peso del miedo y de la pena y, sin embargo, cada día, por todas partes, gente sencilla está desempolvando su creatividad adormecida con el paso de años y el ritmo vertiginoso del día a día…
Creatividad es salir adelante, no solo romper con lo cotidiano, sino arreglárselas cuando lo cotidiano se rompe solo. En estos días de confinamiento nos buscamos maneras casi imposibles para estar en contacto continuo con nuestros seres queridos, nuestros profesores o nuestros alumnos, ingeniamos la forma de hacer deporte dentro de casa, nos cuidamos, nos divertimos y hacemos más felices a los demás. El amor también nos hace creativos, nos lleva a buscar todas las maneras posibles de cuidar y proteger a quienes queremos incluso en estos momentos en que no disponemos de las herramientas a las que estamos acostumbrados.
Es alentador escuchar que alguien en algún lado está haciendo respiradores utilizando las boquillas de alcoholímetro que se utilizan en los controles de alcoholemia, que, en otra parte, a alguien se le ocurrió utilizar una máscara de snorkel para paliar la falta de material que están sufriendo los hospitales. Hay científicos creando una vacuna para combatir a un enemigo que hace pocos meses no sabíamos que existía…
El artículo se escribía por sí mismo.
Manos a la obra, un café recién hecho, el ordenador y tiempo indefinido por delante… Las ideas están, un montón de notas esperando a coger forma, sólo falta conectar con mi propia creatividad… pero es imposible… ¿Qué está pasando?
En el mismo momento en que me conecté conmigo misma y me dispuse a dejar salir las palabras, empezó a crecer un nudo en mi estómago y una voz interna que susurraba:
“No… No está todo bien, no es genial tener un rato ‘limpio’ para escribir, no… todo esto que está pasando es horrible. Todo va a cambiar. Tu economía pende de un hilo … todo está en el aire… Y ahí afuera, más allá del balcón, están sucediendo cosas horribles, a personas como tú, que pensaron que nunca les pasaría… somos demasiado vulnerables para estar tranquilamente escribiendo un artículo y disfrutando de un buen café…”
El desastre… pero… ¿Por qué?
Cuando estaba preparando la información para mi artículo me encontré con un detalle curioso. Para mí, la creatividad es supervivencia, entendiéndola como una poderosa arma para encontrar salidas alternativas y salvarnos cuando todo se está desmoronando. Desde el punto de vista de la psicología y desde el significado exacto de la palabra, la creatividad sería incompatible con la supervivencia, entendiendo la supervivencia en su estricto concepto de ‘no morir’. Sin embargo, aunque a nivel neurobiológico creatividad y supervivencia comporten circuitos neuronales diferentes, desde mi punto de vista, la creatividad es fundamental no sólo para preservar la vida y sobrevivir a una determinada situación, sino también para salir fortalecido de ella. Es, por lo tanto, un pilar clave a tener en cuenta a la hora de consolidar una buena capacidad de resiliencia, una habilidad tan importante y nombrada durante estos días.
Es normal este punto de bloqueo temporal, en el que intento escribir y, sí, de alguna manera escribo, pero leyendo mis propias palabras siento que nada de eso es mío… son conceptos, ideas, teorías, palabras desconectadas… ¿Qué está ocurriendo? Que estoy desconectada de mi propia creatividad. Estoy en el miedo, en modo supervivencia. Aun estando en contacto habitual con mi parte creativa, existen momentos en los que ésta se desvanece.
Pero la creatividad es innata en el ser humano, todos nacemos potencialmente creativos, es el paso del tiempo el que la va extinguiendo si no la desarrollamos. Por lo tanto, en un momento dado, todos podemos recuperarla. Existen numerosas actividades para reconectar con el lado derecho de nuestro cerebro: Brain Gym, actividades artísticas, rutinas, juegos… Está al alcance de nuestras manos. Tanto si la has perdido temporalmente abrumado por las circunstancias, como si quedó en algún rincón olvidado del niño que fuiste.
En un mundo ideal, potenciaríamos la capacidad creativa de nuestros niños y niñas, para que puedan valerse de ella tanto en el día a día como en los momentos en que más la necesiten. Y esto no tiene por qué ser una utopía, es sencillo también en el mundo real.
Los beneficios de una creatividad desarrollada son imprescindibles, fortalece la autoestima, potencia la autoconciencia, facilita la habilidad para expresar los propios sentimientos y acoger los de los demás, aumenta la capacidad para resolver problemas o situaciones inesperadas y afrontar los retos.
Las maneras de potenciarla desde la más tierna infancia son innumerables, empezando por la más sencilla: el día a día en casa.
Nadie conoce a tus hijos mejor que tú, cuales son sus talentos, lo que les gusta hacer y en qué se sienten más cómodos. A veces caemos en la trampa de ser animadores socioculturales de nuestros propios hijos, ofreciéndoles actividades que sabemos que van a disfrutar y les van a alejar del tan temido ‘aburrimiento’. Les proporcionamos el entretenimiento en lugar de dejar que sean ellos quienes encuentren por sí mismos actividades que les hagan sentir bien y que desarrollen su creatividad. El proceso de encontrar esa actividad es, en sí mismo, un camino para desarrollarla.
La libertad es otro de los factores imprescindibles en el proceso creativo. Libertad de pensar, libertad de hacer y libertad de ser. No se pretende que el hogar se convierta en una anarquía donde el niño tenga derecho a ‘lo que sea’, pero sí necesita saber que puede expresarse con libertad, sin ser cohibido, que sus ideas son tan respetables como las de los adultos, siempre que sea respetuoso al exponerlas. Necesita sentirse querido y admirado siendo como es, en su individualidad y sobre todo en lo que le diferencia de nosotros, y del resto del mundo.
Sería ideal que haya una zona en la casa en la que pueda dar rienda suelta a su creatividad, con materiales de todo tipo a su alcance y disposición, pero si no lo hay, o incluso también si lo hay, es importante que sienta la libertad de explorar otros espacios y hacerlos suyos en un proceso creativo, dejando todo en su lugar cuando termine. Existe un equilibro entre respetar y cuidar todos los objetos que componen nuestra casa y poder utilizarlos en un momento dado, por ejemplo, para construir un fuerte en el salón, una piscina para pinzas en la bañera, o una batería con las cacerolas y cucharas de madera, en la cocina. No hay límites en la capacidad creativa de un niño que se siente libre.
Una de las características de las personas creativas es su capacidad para romper con la norma, con lo establecido, con lo conocido, y para explorar caminos nunca antes caminados… y por eso, una de las estrategias que más utilizo en mis Talleres Creativos es precisamente esta, nos enfrentamos juntos a situaciones disparatadas que solamente se pueden resolver con grandes dosis de creatividad. Y los niños son expertos en esto.
Normalmente identificamos la creatividad con el arte. Por supuesto el arte es la más obvia expresión de la creatividad, los artistas tienen esa capacidad de plasmar sus emociones y provocar las de los demás. El artista está continuamente reinventándose, rompiendo moldes establecidos, creando belleza de la nada…
Pero la creatividad es mucho más.
La creatividad mueve el mundo.
La creatividad es vida, así como la vida es creatividad.
Dijo Albert Einstein ‘la creatividad es contagiosa, pásala’.
Inma Mier