PROTECCIÓN EMOCIONAL FRENTE AL CONFINAMIENTO. Javiera Montero

¿Cómo experimentan los niños el confinamiento?

 

¿Cómo ayudarles a vivirlo de forma positiva?

 

Muchos padres, inquietos por la situación que vivimos actualmente, nos comparten su preocupación ante los posibles efectos adversos a corto y a largo plazo derivados de la experiencia del confinamiento. Un factor crucial a la hora de entender estos cambios que los niños experimentan, es el estado emocional de los propios padres durante este periodo anómalo.

 

La percepción de amenaza puede ser relativa dependiendo de varios factores; Hay algunos factores que pueden reducirla y otros pueden potenciarla. Disponemos de muchas estrategias para paliar los síntomas, pero uno de los aspectos quizás más importantes pero más olvidados, que pueden proteger a nuestros niños y niñas, es el estilo de afrontamiento parental. Dependiendo de la manera en que los padres y madres estén sintiendo esta situación, los hijos van a conectarse con esa parte emocional de los progenitores, desarrollando emociones y conductas similares a las que ellos experimentan.

 

Habitualmente ante una situación no deseada, aparece el miedo a que nuestros hijos sufran, alteren su conducta e incluso vivan una experiencia que marque negativamente su vida. Pero las experiencias aversivas también nos pueden ayudar a lograr un mayor crecimiento personal  y aportarnos un profundo aprendizaje. Esto va a depender de manera directa del equilibrio emocional que los padres tengamos en este momento.

 

Si la parte emocional de los padres se encuentra regulada, podremos explicarles de una manera clara y serena la situación a la que nos enfrentamos, la responsabilidad que tenemos hacia la sociedad y con las personas más vulnerables. Serán también capaces de transmitir valores tan importantes como el agradecimiento a todo aquello que permanece, y no solo a lo que perdemos en un estado de confinamiento. Es una oportunidad para que los vínculos sean fortalecidos, se busquen soluciones a problemas que antes aparcábamos por falta de tiempo.

 

Los procesos de autorregulación emocional, tendrán un protagonismo especial a lo largo de estos días. Mantener la calma y no dejarse llevar por el pánico, serán indispensables para salir reforzados y resilientes. Todos sentimos miedo; es una emoción adaptativa que nos permite alertarnos sobre un peligro potencial, por lo que no debemos rechazarlo o evitarlo, sino ser capaces de integrarlo, de leer su mensaje y comprender qué función ha tenido en la historia personal de cada uno. Tras darle este espacio y demostrarle que lo hemos reconocido, seremos capaces de buscar estrategias de tipo racional que nos calmen. Es posible que tu hijo también sienta miedo y solo si tu has sido capaz de darle espacio y validarlo en ti, serás capaz de validarlo en tu hijo, ayudándole a desarrollar sus propias estrategias autorreguladoras.

 

Es por ello importante detenernos, así como se ha detenido el mundo entero, a mirar no solo las noticias que nos informan de cómo está el mundo exterior, sino detenernos a observar qué está ocurriendo nuestro propio cuerpo. Las sensaciones y emociones que este nos transmite son una guía para entender el comportamiento de nuestros hijos y nos va a permitir acompañarlos en este periodo de la mejor manera posible. Se activará en cada uno de nosotros nuestra parte cerebral más reactiva y primitiva y, dependiendo de nuestras propias experiencias pasadas y de nuestro grado de consciencia, saldrán a la luz aquellos miedos e inseguridades más profundos, por lo que será fundamental reparar, en primera instancia, en atendernos a nosotros mismos para ser capaces de sostenerlos a ellos.

 

Sabemos que resulta complejo darnos ese espacio, pues casi siempre priorizamos las necesidades de nuestros hijos a las nuestras, muchas veces motivados por falta de tiempo real pero muchas otras por la propia conexión que hacemos con nuestro niño interior, evitando que nuestro hijo experimente sensaciones y emociones de rechazo o falta de atención que nosotros mismos hemos podido sentir en nuestra infancia.

 

Los hijos nos enseñan nuestra propia sombra, que siempre camina detrás, ocultándonos una parte de nuestra identidad de la que no podemos separarnos y debemos integrar.